
El exterior de la cueva en plena construcción
Para poder bajar a las cueva, se usaban carburos. La cueva contenía caballones de estiércol ordenados, recubiertos de arena para conservar la humedad. Mandó construir una gran nevera de metal y corcho para conservar el preciado producto. No debía perder su inmaculada blancura que apenas duraba 24 horas, sin aditivos ni conservantes, por aquel entonces no existían. Se empaquetaban en cartuchos de papel marrón y se vendía en los mejores restaurantes, bares y hoteles de Granada, siendo un buen negocio en aquella época de finales de los 50 y principios de los 60. Nunca se supo la causa del cese de la explotación.

Entre los chicos, se encuentra el sobrino-nieto del fundador
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